Kovadlof : “Milei tiene un proyecto apocalíptico”

Kovadlof analiza el camino hacia la reflexión en política Argentina y alertó sobre el proyecto de La Libertad Avanza, explicando que “Milei para mí está equivocado, porque tiene un proyecto apocalíptico. No quiere transformar lo que hay para que sea mejor, cree en la redención, cree realmente que hay que quemarlo todo para empezar de nuevo”

La Confederación Económica de Misiones (CEM) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC) se unieron para organizar una fascinante charla titulada “Contexto Político y Económico 2023”. Este evento se abrió a la comunidad empresarial y emprendedora de Misiones, brindando un espacio para analizar el estado actual del país a través de las perspicaces voces del economista Daniel Artana y el filósofo y ensayista Santiago Kovadloff.

En la previa de su charla Santiago Kovadloff charló con Economis sobre las Perspectivas Económicas y Desafíos para Argentina en un contexto de mucha ansiedad preelectoral.

 

Los argentinos somos pasionales por naturaleza y a veces muy arrebatados. Viene a hablar sobre el futuro. ¿Cómo hablar del futuro en una sociedad que está tan ansiosa como la nuestra de cara a estas elecciones?

Bueno, lo que usted me plantea, lidia, casi con lo terapéutico. Yo creo que la responsabilidad primera de un pensador es introducir en la medida de sus fuerzas la reflexión. Y la reflexión exige un tempo sereno, un tempo de reconsideración de las palabras. Y en una sociedad donde las palabras, además de estar devaluadas por la conversación que de ellas puede hacer la política y suele hacer la política, necesitan las palabras ser recuperadas como un espacio de encuentro.

Es decir, somos humanos en la medida en que podemos entablar una conversación, más allá de las disidencias o de los acuerdos que alcancemos, la conversación es el espacio civilizado del encuentro. En consecuencia, yo creo que hay que trabajar con la ansiedad sin quedar a merced de ella, porque de lo contrario no generamos espacio de interlocución.

El argentino siempre ha buscado recetas mágicas o soluciones mágicas a problemas que se han vuelto cíclicos en lo que es la conducción del país. ¿Cómo podemos, más en la actualidad donde todo pasa por lo instantáneo, lo inmediato de las redes sociales, cómo lograr ese tempo con las personas para generar ese debate?

Yo creo que es cuestión de capitalizar el fracaso. ¿A dónde nos ha llevado la premura? ¿Qué ha hecho de nosotros la ansiedad? ¿Qué es lo que hemos ganado al no poder detenernos a reflexionar lo que debemos hacer con más detenimiento? Si la premura lo es todo, si el apremio es el que gobierna nuestros actos, desembocamos en el pantano en el que estamos. La situación por la que atraviesa la Argentina es el resultado de la irreflexión profunda con que la política ha sido habitada por los intereses corporativos, partidarios, segmentados.

Necesitamos cambiar la manera de vincularnos con el tiempo, porque de lo contrario no podemos generar proyectos de mediano y largo plazo. Si la coyuntura nos devora, nos acercamos mucho más a la irreflexión y a la desorientación que a la posibilidad de generar proyectos. Yo no digo que esto sea fácil de revertir, solo es imprescindible.

Por ahí nos cuesta hacer ese sacrificio de entender eso.

Es un debate que nos debemos, es una charla que tenemos que hacerla y repensar justamente eso de todos los fracasos que hemos tenido y cuáles son las razones de estos fracasos.

Hay una razón primordial del fracaso, uno puede proponerla y dependiendo de la tolerancia y del interés que despierte encontrar un espacio de interlocución. La Argentina es un país donde la ley ha estado supeditada al poder, por lo menos durante periodos muy largos. Si nosotros no logramos revertir esa ordenación, si no logramos que el poder quede supeditado a la ley, seguiremos viviendo fuera de la constitución.

Y el único espacio de porvenir para la política bien entendida, es decir, como un espacio donde la disidencia no lleve a la confrontación o a la condena del adversario, y hoy la condena del adversario está de moda, el único espacio es entender que el derecho a la disidencia no necesariamente redunda en un pedido de exterminio del adversario. Ahora, ¿esto requiere qué? Educación cívica. Sin educación cívica esto es imposible.

¿Cómo se logra la educación cívica? Desde la perspectiva de un hombre octogenario, como soy yo, es decir, senil y fuera de la actualidad, yo tengo la impresión de que capitalizando los errores que hemos cometido, entendiendo a dónde nos llevó todo esto. Argentina sigue estando más cerca del siglo XIX que del XXI.

Yo lo he repetido esto infinitamente, porque lo cierto es que Alberdi, por ejemplo, sigue siendo un hombre que nos aguarda en el futuro, y nosotros estamos en el pasado. Alberdi está esperándonos. Nos está convocando desde un concepto de nación a quienes vivimos tribalmente.

¿Por qué seguimos dependiendo de caudillos?

Y porque no hemos logrado dar el tránsito a las investiduras realmente representativas de la República. Un caudillo es fundamentalmente un líder en quien se hipoteca el derecho al propio pensamiento. Entonces, cuando usted hace una transacción con un caudillo, la frase tácita del caudillo, cuando lo abraza, es «No te preocupes, yo seré por los dos». Vos estás demás como sujeto pensante, lo que te pido es que me sigas. Entonces, este modo de razonar que hace del caudillo una figura no solo hegemónica, sino totalizadora, convierte a quien lo sigue en una figura hipotecada en términos cívicos, porque no tiene derecho al protagonismo.

¿O sea, nos sigue resultando más cómodo como sociedad dejarle las decisiones a ese líder?

Hay una fuerte propensión a la idolatría de los dirigentes, a la idealización, a lo que nosotros podríamos llamar la santificación del conducto. Me parece que esto tiene connotaciones religiosas. Lory Zanata las ha planteado muy bien. Las connotaciones religiosas son una deformación de la verdadera religiosidad. La verdadera religiosidad no confunde los valores trascendentes con los inmanentes. En la política perversa, los trascendentes manipulados para que aparezca la inmanencia.

¿Y cómo salimos de eso? Tenemos una sociedad, particularmente somos una sociedad muy joven, más en Misiones, que es muy maleable y a la vez muy manipulable a través de todo lo que sean las redes sociales. ¿Cómo hacer foco?

Yo creo que el proyecto pedagógico fundamental para lograr lo que usted pregunta, para poder responderlo, es que quienes conduzcan la nación comprendan primeramente que es una investidura. Una investidura es un atributo de poder temporáneamente delegado en una figura consensuada, a través de un proceso democrático, el presidente de la nación. Hoy tenemos pervertidas las figuras institucionalmente significativas del proceso democrático. La investidura del presidente de la nación está perversada, la de vicepresidente también, la de ministro de economía también.

Entonces, ¿qué es lo que ocurre cuando las investiduras pierden representación? El ciudadano también pierde capacidad de sentirse representado. Una democracia indirecta, como es la republicana, delega en sus representantes la posibilidad de su derecho a reivindicar sus exigencias y demás. Si están tergiversadas las investiduras, fatalmente no hay posibilidad de representación, tampoco para el ciudadano.

¿Cómo se sale de eso?

En la medida en que sea posible, de eso se sale devolviéndole a las instituciones de la república su sentido fundamental, que es tres poderes, ninguno de ellos reductible a los otros dos, y al mismo tiempo una educación cívica que entienda que formar ciudadanos no es formar una población dependiente del Estado, sino darle al Estado las dimensiones indispensables para que el sujeto sea libre, pueda realizarse como persona y no olvide sus deberes y derechos fundamentales como parte de una nación. Esto es muy lento, es muy difícil, es altamente improbable, pero es absolutamente necesario que nos juguemos por eso.

Justamente el que ganó las PASO, plantea por un lado la desaparición del Estado o el achicamiento a una entidad mínima de lo que es el Estado y por otro en sus discursos, en sus alocuciones, plantea “si me dan 30 años voy a hacer de este país una potencia”, o sea, está pidiendo ser un líder por 30 años. Cómo hacerle ver eso justamente a los electores, no tanto a los jóvenes sino al empresariado porque también hay un gran sector del empresariado que lo está acompañando.

Sí, pero el empresariado también se ha manifestado bastante claramente acerca de cuál es la figura en la que aspira a confiar. El coloquio de IDEA demostró claramente que la opción es Patricia Bullrich para ese empresariado.

Ahora, si queremos ser libres tenemos que ser autocríticos y no sólo críticos. Estos 40 años de democracia han contribuido a afianzar en la educación pública el sentimiento de la república como un recurso de realización personal. Es muy discutible.

Los primeros 20 años, aquellos que han representado al sistema democrático, no han logrado generar equidad social ni tampoco la posibilidad de una economía afianzada en la valoración de la persona. Los otros 20 años estuvieron en manos del kirchnerismo y capitalizaron mediante el populismo la rentabilidad del estado macrocefálico.

Digamos que 40 años de democracia no nos han brindado nosotros recursos para estar persuadidos de que lo que propone Milei es solamente una locura. Aparece también como un sueño nacido del desencanto, sembrado en buena medida por el propio sistema que defendemos. Sin esta autocrítica no podemos perfeccionar la democracia.

Milei para mí está equivocado porque tiene un proyecto apocalíptico. No quiere transformar lo que hay para que sea mejor, cree en la redención, cree realmente que hay que quemarlo todo para empezar de nuevo. Esta idea apocalíptica a mí me parece que no es liberal, es pseudo-liberal. Sí creo que es profundamente, profundamente demagógica.

Ahora bien, ¿quién le ha hecho lugar a la proyección de Milei? Los errores de la democracia. Eso tenemos que admitirlo, porque de lo contrario vamos a una confrontación entre un ideal que no ha demostrado mucha eficiencia práctica y una práctica que no tiene ningún ideal.

Patricia Bullrich había hablado de que usted ocuparía un rol dentro de un eventual gobierno de ella. ¿Cuál sería ese rol?

Bueno, a mí ella me ha propuesto que coordine un consejo de asesores. Ese consejo de asesores está esencialmente integrado por personas que provienen del campo de las ciencias naturales exactas, de las ciencias ambientales, del campo de la salud pública, de los derechos humanos y de la cultura.

Somos siete personas las que ya integran ese consejo, no va a haber más, y la idea primordial es aportarle a ella ideas para que la práctica o el ejercicio concreto de la gestión ministerial transparente permanentemente ideales humanistas en los cuales la persona es el objetivo fundamental del resarcimiento de la política. Que podamos nosotros contribuir con conceptos que privilegiando la educación, la salud y la cultura, permitan que la acción concreta de los ministerios a los que se dirigirá ella, no nosotros.

Nosotros la tendremos solo a ella como interlocutora y yo, digamos, como coordinador de ese grupo en esencia. Pero nuestra tarea es sostener un ideal humanista en el ejercicio de la acción política.

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