Lo cierto es que el doble avance tiene la siguiente dinámica. Él ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene al menos tres reuniones diarias vía Zoom con los encargados de negociar de parte del FMI: la referencia es para el venezolano Luis Cubeddu y la estadounidense Julie Kozak, las cabezas de la misión que llegó a Argentina el año pasado. En el país, en tanto, también articula con Hacienda Ben Kelmanson, flamante representante de la oficina del FMI en Buenos Aires. En paralelo, en Washington lleva el número fino Sergio Chodos, el negociador argentino ante el organismo que comanda Kristalina Georgieva.

Fuentes de la Casa Rosada, en tanto, aseguran que Guzmán charló hace unas semanas con Gita Gopinath, la economista india que es la vice del FMI. La directiva fue la que este martes habló de que «estamos trabajando muy de cerca» con el gobierno argentino, con un «enfoque flexible y pragmático». Y adelantó además que habría «progresos» para mostrar en los próximos días. Esta posición muestra a la mano derecha de Georgieva muy empapada sobre el escenario local y el pedido del Gobierno de negociar los niveles de déficit fiscal. Guzmán conoce a Gopinath desde que era economista jefa del Fondo.

Este diario consultó a fuentes del organismo para ver qué percepción hay de los avances y negaron agregar nada extra a los dichos de Gopinath. Pero a la vez confirmaron que los equipos del organismo «siguen trabajando de manera estrecha con las autoridades hacia un programa respaldado por el FMI».

 

Más allá de lo que hace Economía, el mayor optimismo surge hoy del ala política del Gobierno de Alberto Fernández, que no da el acuerdo por descontado ni mucho menos, pero sí admiten varios funcionarios de peso que habrían rendido sus frutos las negociaciones mano a mano con la administración de Joe Biden.  Aún así, hay una orden para que todos los ministerios y secretarías vinculados a cuestiones económicas o adyacentes, mantengan estricto silencio hasta que la negociación con el FMI llegue a buen puerto. Volviendo al avance con Estados Unidos, habría sido parte de las gestiones de la embajada en Washington y de la Cancillería; además de otras intervenciones de hombres de extrema confianza del Presidente, con años en la rosca con el país del norte. Para el Gobierno, esa vía era prioritaria entendiendo que el acuerdo con el Fondo Monetario fue un préstamo político otorgado por la administración de Donald Trump, vía el FMI de Christine Lagarde, al Gobierno de Mauricio Macri. Todo sin auditar ningún dato de una economía nacional que ya a mediados del 2018 daba claras señales de no poder afrontar semejante desembolso.

En ese escenario, en el Frente de Todos quedan algunas diferencias menores sobre qué hacer. Una de las voces que marcó cierta disidencia fue el diputado nacional Leopoldo Moreau, siempre identificado con el espacio de la vicepresidenta, Cristina Fernández. En diálogo con Radio con Vos, expresó que un eventual acuerdo no debería poner “un freno al crecimiento» ya que eso «sería dañar a la sociedad argentina» y se volvería «a caer en un círculo vicioso”. Y agregó que “si no hay crecimiento no hay posibilidad de pagar” y opinó que “la lógica del Fondo es que no crezcamos demasiado para que paguemos”. Concluyó además que “el default no tiene que aterrorizar tanto como para pensar que es el peor de los remedios, aunque ojalá que uno no tenga que llegar a eso”.

Lo cierto es que hoy no parece estar en disputa dentro del Frente de Todos la situación de arreglar o no. Esta semana, si, hay un vencimiento de 730 millones de dólares, y si se sigue lógica hasta este punto (el Gobierno no dejó de pagar ningún vencimiento), debería pagarse. Algunos, sin embargo, afirman que ese punto es también parte de la negociación y no le cierran aún la puerta a los «arrears», atrasos en los pagos que pueden ser renegociados: los que saben no lo recomiendan para países con reservas bajas.